Amar los libros


Naty Sánchez Ortega es Licenciada en Historia y escritora. Está especializada en el pensamiento y el arte de las culturas antiguas, sobre los que imparte cursos y conferencias a nivel divulgativo para acercar estos temas al gran público.

Cada libro que llega a nuestras manos se ha propuesto cambiarnos por dentro. No puede evitarlo, está en su propia naturaleza. Esta semana celebramos el Día Internacional del Libro (23 de abril) y Sant Jordi afila ya la punta de su lanza para darle otra estocada al dragón de la ignorancia; así que quiero aprovechar esta oportunidad para rendir homenaje a los libros, por todo lo que nos han dado...



   Estoy segura de que tienes algún libro en casa que está especialmente viejo. Ya sabes: hojas que danzan sueltas, tono amarillento, olor a sabiduría... Todos tenemos un ejemplar de esos y nos recuerda las muchas veces que lo hemos releído y en cuántas aventuras hemos contado con su camaradería. Es un buen amigo. Incondicional. A veces me pregunto si en los tiempos que corren, con tantas librerías rebosantes, somos conscientes del tesoro que supone un libro. En otras épocas era un bien raro y precioso, hasta prohibido y prohibitivo. Y en otras, más lejanas aún, era un ente oral, que habitaba en la memoria de antiguos aedos peregrinos. Por eso, hay que amar los libros, es casi una obligación moral. Cuidamos aquello que amamos, el amor mantiene despierta nuestra atención. Déjame que hoy le rinda homenaje a los libros para que entiendas mi amor por ellos; cuando descubres todo por lo que han pasado para llegar hasta nosotros, aceptas que son dignos de admiración.

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   No, no me he confundido, hubo libros-persona, como en la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (1953): si volvemos sobre la huella de los siglos, descubrimos que los primeros libros eran seres humanos de prodigiosa memoria y entregados a la tarea de preservar y transmitir obras inmortales. Así transcurrieron los primeros siglos de vida de epopeyas como La Ilíada y La Odisea en Occidente, o del Mahabharata en Oriente. Sus guardianes iban de aldea en aldea y cantaban estos versos a sus semejantes, quienes recordaban con ellos su pasado y regocijaban su imaginación al compás de los ritmos poéticos. Se dice que en India existen todavía este tipo de individuos y que muchos libros se transmiten hasta hoy de esta manera, sin que jamás se hayan envuelto sus secretos entre las alas de ninguna forma de soporte escrito. Créeme, no es un "atraso", están convencidos de que así debe hacerse. Yo, por mi parte, respeto sus motivos.

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Foto: Naty Sánchez Ortega.

   Los antiguos egipcios consideraron al dios Thot el inventor de la escritura; era el Señor de los libros y el conocimiento. A él se encomendaban los escribas en cada noble tarea de poner por escrito un texto sagrado, un cuento o un poema, ya fuese con signos jeroglíficos o con escritura hierática, y más tarde en demótica (el copto sería su punto y final). El papiro fue su modo de expresión preferente. Por desgracia, era frágil ante la amenaza del tiempo y la ignorancia; por ello se han perdido incontables bibliotecas y archivos de esta civilización singularmente sabia. Los pocos que han sobrevivido no son sino un índice sumario de lo que hemos perdido... y aún así, ¡con cuánta viveza nos permiten comprender y amar a las gentes del Valle del Nilo!


   Los habitantes de Mesopotamia, ya desde la era sumeria, inventaron un sistema de escritura sobre la arcilla blanda  que ha sido un feliz aliado del saber. En efecto, conservamos muchas bibliotecas arrasadas por llamas que no hicieron más que petrificar esas tablillas; gracias a que ardieron, textos milenarios son releídos ahora por nuevos ojos: El poema de Gilgamesh, Enuma Elish o los poemas dedicados a Ishtar por Enheduana, hija de Sargón de Acad y primera poeta conocida. Así, citaré por ejemplo la Biblioteca del rey Asurbanipal, encontrada entre las ruinas de su palacio en Nínive, con más de veinte mil tablillas en escritura cuneiforme, de distinta época y procedencia. Más antigua todavía, del segundo y tercer milenio a.C., es la biblioteca de Ebla, miles de tablillas dormidas durante cuatro mil años que hoy van recuperando su voz con el loable esfuerzos de los asiriólogos.

   En Grecia podemos remontarnos a la cultura cretense para hablar de los primeros textos y sistemas de escritura. El más antiguo, aún sin descifrar, con signos jeroglíficos (ca. 2800 a.C.), y dos posteriores, Lineal A (ca. 2000 a.C.) y Lineal B (ca. 1600 a.C.) También utilizaron tablillas de arcilla secadas al sol. En torno al siglo IX a.C. el alfabeto griego, derivado del fenicio, comienza su feliz andadura por el camino de la historia. Es entonces cuando se diversifican los soportes y encontramos piel curtida, tela, tablas recubiertas con cera y resina, óstraca y papiro... Durante el siglo de Pericles, a la sombra de la acrópolis de Atenas, disponer de una biblioteca privada se convirtió en signo de cultura y el comercio de libros intensificó su circulación por el mundo mediterráneo, hasta alcanzar su apogeo en las célebres bibliotecas de Alejandría y Pérgamo, cuyo esplendor no ha podido devorar el dragón del olvido. El término "kylindros", llamado "volumen" por los romanos, era una tira de notable extensión; si querías leerla, tenías que irla enrollando y desenrollando, estuviera confeccionada con papiro o con pergamino (inventado en la ciudad de Pérgamo y realizado con piel animal). Un libro solía estar compuesto por varios volúmenes.

 

   Roma encontró en Grecia su inspiración y a partir del siglo III a.C. el intenso intercambio entre ambas civilizaciones terminaría por identificarlas culturalmente, como expresa la palabra "grecolatina". Según parece, hacia el siglo IV d.C., después de mil años, había en Roma unas veintiocho bibliotecas públicas, puntos de acceso al conocimiento para los habitantes de la Ciudad Eterna.

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   El libro tal y como nosotros lo entendemos, es en realidad un códice (códex), un conjunto de hojas cosidas a un lomo. Surgió en algún momento del siglo I ó II d.C. y convivió con los clásicos rollos hasta la caída del mundo antiguo, pero en esa época eran códices de pergamino. El papel, en cambio, se inventó en China (siglo II a.C.) y llegó a Europa a través de los árabes, que lo popularizaron en la España musulmana, de donde fue tomado por los castellanos. Los chinos son también los inventores de la imprenta de tipos móviles (ca. 1041) y el famoso Johannes Gutenberg diseñó la primera imprenta europea a mediados del siglo XV, poniendo fin, en poco tiempo, a los copistas y a los manuscritos. 



Y es que tiene algo hipnótico, algo mágico. El sonido de las hojas al pasar, el contacto con las manos, las anotaciones manuscritas...


   La difusión del libro ha conocido, desde entonces, un imperio de lectores. La tecnología del siglo XX formuló otros conceptos como el audiolibro y el libro digital, verdaderamente útiles en muchos sentidos, pese a la resistencia que habrá siempre a renunciar del todo al papel. Y es que tiene algo hipnótico, algo mágico. El sonido de las hojas al pasar, el contacto con las manos, las anotaciones manuscritas... ¡ay! Sí, estoy chapada a la antigua, aunque mi modo de vida debería inclinarme hacia la tablet. Sin embargo, he sido capaz de cargar algunos kilos de papel de un lado al otro del Atlántico y de una orilla a la otra del Mediterráneo, con tal de no renunciar a esa experiencia. Mis libros son una parte de mí. Cuando los releo, o simplemente si les echo un vistazo desde mi mesa de trabajo, me traen a la memoria los momentos que me ofrecieron y la persona que era entonces, y la que soy ahora. Cada libro es un página de mi carácter, una nota de mi música personal. Todo aquel que entra en mi despacho o en mi casa puede conocerme echando un vistazo a la librería. Yo, por mi parte, descubro a los otros en los lomos de sus libros. Antes de poner fin a este breve elogio, te dejo este consejo: los demás te reconocemos en los libros que amas... elige bien tu lectura. ¡Feliz día de Sant Jordi! (no olvidéis la rosa).



Hay libros que cambian nuestra vida para siempre. Algunos llegan a ti de forma inesperada; otros entran en tu biblioteca...

Publicada por Academia humanista Idearte en Domingo, 18 de abril de 2021

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Comentarios: 2
  • #1

    Maribel (lunes, 19 abril 2021 12:59)

    Gracias Naty, por esa interesante historia del "libro", que bajo cada una de sus formas, ha viajado atraves del tiempo lo que siempre fue su esencia.
    Sin lugar a dudas los libros en soporte físico ( entendiendo papiros, rollos, códices) siempre tendrán un encanto, un magnetismo envolvente que no alcanzarán los virtuales, al menos para mí.
    Me identifico con eso de cargar con kilos de libros, a través del Atlántico y de un extremo a otro del Mediterráneo, imposible que algunos quedasen por el camino, muchos, pero los imprescindibles, no se pueden dejar, es como impensable�
    Si, escojamos bien los libros, porque aunque en los libros más comerciales , y a pesar de algo de su frivolidad, también he encontrado a veces una frase , una chispa que ha movido algo, imaginar lo que mueven aquellos llenos de sabiduría, llenos de esa esencia que es perenne atraves de los tiempos. Hay tantos por descubrir¡
    como tu dices antes eran un tesoro, pues pocos tenían acceso a ellos, ahora somos afortunados porque el que más o el que menos puede leerlos , todos tenemos tantos a nuestro alcance.


  • #2

    Carmen Tubianes (viernes, 23 abril 2021)

    Mira si amo los libros que cuando era una adolescente, veraneaba en Villajuán de Arousa y me iba a la mitad de la ría , y subida en una roca leía los poemas de Machado. Cuando la marea subía regresaba corriendo a través del agua , protegiendo mi libro..

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